
Los
personajes diseñados representan todos los estereotipos de aquella época: por
un lado el poder, representado por el alcalde, el cura y las fuerzas vivas
(boticario, hidalgo, comerciantes, maestra), y por otro el pueblo (casi todos
agricultores y ganaderos). Desde el punto de vista social se ha captado la
idiosincrasia; el hecho de que el alcalde esté algo sordo no es casual, el
miedo al Delegado tampoco, que el cura sea algo cotilla, que la maestra esté
soltera y necesite la ayuda del listillo de la clase… El papel subordinado de
la mujer se refleja en su poca presencia, y la escasa intervención que por
ejemplo tiene la tonadillera.
Así mismo,
es evidente el hecho de que los integrantes del pueblo de Villar del Río
quieran aparentar algo que no son, que el cine de “la españolada” muestre unas
características tan estereotípicas de este país que además de reduccionistas,
se presentan como distracciones de una realidad social nada armónica. CIFESA,
se interesaba por entretener más que por reflejar la realidad española de su
momento. Así como el pueblo de Villar del Río se disfrazaba para complacer y
engañar a los americanos, así CIFESA disfrazaba la realidad social para
complacer y engañar a los espectadores de la época, desviando la atención de
los problemas reales. De este modo, en Bienvenido encontramos muchos elementos
esperpénticos, que lo que hacen, además de parodiar y criticar la tradición
española, es proyectar esa vida miserable de España de la que tanto habló
Valle-Inclán.
Han
transcurrido ya unos cincuenta años desde que Bienvenido Míster Marshall, la impagable película de Berlanga,
consiguiera sintonizar con los espectadores de nuestro país y propusiera una
forma de entender el hecho fílmico, con lo cual demostraba que renovación y
reconocimiento podían ir de la mano. Más de cincuenta años tras los que, pese a
la gran transformación socio-económica, la metáfora sigue plena de vida y ha
viajado hasta nuestros días transportando sus múltiples significados e
intenciones.
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