viernes, 1 de enero de 2016

La crisis económica de España



La crisis económica que vive en España dio sus primeros coletazos en 2008, aunque no es hasta un año más tarde cuando se manifiesta con una crudeza inesperada. El paro se ha convertido en la consecuencia más visible de la recesión, y ha sido causa de dos de las reformas más profundas que ha experimentado el país desde los años 80, como son las que atañen al mercado laboral y las pensiones.

Su origen está en las inmobiliarias, el precio de las viviendas subía sin consideración, la gente se enriquecía comprando casas y vendiéndolas más caras. Así, los constructores se estaban haciendo millonarios, y los jóvenes que no querían estudiar se metían a trabajar a la construcción porque pagaban muy bien. También, los bancos daban créditos "a tutiplén", sin comprobar si realmente el acreedor podía afrontar la deuda. Pero esta situación debía tener un límite, y finalmente, explotó. A partir de ese momento todo ha ido cayendo como una cadena, hasta la situación actual, en la que apenas hay trabajo. Hasta ahora mucha gente ha ido tirando con el dinero del paro, pero a muchos ya se les ha acabado o pronto se les acabará, ¿y qué les espera, en una situación en la que no encuentran trabajo ni los más cualificados? De momento, una de las soluciones es emigrar a otros países, como Inglaterra, Francia y Alemania, donde sus gobiernos han sabido manejar mejor la situación. En cambio, en España tenemos unos políticos que sólo saben criticarse entre ellos y decir lo que hace mal el otro, sin solucionar los errores que nos han conducido a esta situación.

El comienzo de la crisis mundial supuso para España la explosión de otros problemas: el final de la burbuja inmobiliaria, la crisis bancaria de 20102 y finalmente el aumento del desempleo en España, lo que se tradujo en el surgimiento de movimientos sociales encaminados a cambiar el modelo económico y productivo así como cuestionar el sistema político exigiendo una renovación democrática. El movimiento social más importante es el denominado Movimiento 15-M, surgido en mayor medida por la precariedad y las condiciones económicas de la clase media y baja; dos consecuencias de la crisis financiera.3 La drástica disminución del crédito a familias y pequeños empresarios por parte de los bancos y las cajas de ahorros, algunas políticas de gasto llevadas a cabo por el gobierno central, el elevado déficit público de las administraciones autonómicas y municipales, la corrupción política, el deterioro de la productividad y la competitividad y la alta dependencia del petróleo son otros de los problemas que también han contribuido al agravamiento de la crisis. La crisis se ha extendido más allá de la economía para afectar a los ámbitos institucionales, políticos y sociales, dando lugar a la denominada crisis española de 2008-2014, que continúa en la actualidad. Las principales consecuencias derivadas de la crisis que el país ha vivido y continúa viviendo incluyen: protestas y huelgas generales, aumento de desigualdad, crisis alimentarias, demografía, decadencia del bipartidismo (de completa actualidad en las elecciones de 2015), etc.

La crisis ha dejado al descubierto las carencias de la economía española, como la competitividad y la productividad. La situación está forzando una corrección progresiva de estos problemas, con el consenso generalizado de todos los actores económicos y sociales de estimular un escenario para la economía española que integre factores como la salida al exterior de las empresas españolas y la innovación, tanto en producto como en cultura empresarial.






El Fraude Electoral

Como todo fraude, el electoral, consiste en una o más maniobras engañosas o maquinaciones, para lograr en este caso, cambiar el resultado que hubieran tenido los comicios sin esas intervenciones ilícitas. Es un delito con fines políticos y en contra de la democracia, pues atenta contra la real voluntad de la mayoría popular. Muy común a través de la historia y en diferentes países, consiste en prácticas diversas, como hacer desaparecer sufragios, aparentar el voto de personas fallecidas, que “lo emiten” a través de otras personas, adulteración de las actas donde deberían constar los resultados reales, no colocar boletas de ciertos partidos, realizar promesas a los votantes a cambio de inclinar su voluntad hacia determinado candidato, etcétera.

La concreción electoral del caciquismo español era tan sólo una de las múltiples formas de manifestarse la influencia de los caciques en una sociedad de clientelas. En un sentido amplio, la estructura de clientelas en la sociedad española no se creó en la época de la Restauración, sino que hunde sus raíces mucho más atrás, hacia mediados del siglo XIX, siglo en el que por medio de la venta de bienes desamortizados, el clientelismo rural adquirió una dimensión nueva, al afirmarse en el marco de una economía de mercado. Dentro de una España predominantemente rural, las tierras de la Meseta central y del Sur de la Península resultaron ser el campo abonado donde creció con mayor comodidad el caciquismo, al que dirigieron ya desde finales del siglo XIX críticas más violentas los hombres que pretendían reformar la política nacional. El sistema cacique se consolidó en España durante la Restauración (1874-1923). Los caciques se encargaban de controlar los votos de todas las personas con capacidad de voto, lo cual era la base de la alternancia política que la Restauración demandaba. Los caciques son personas con poder económico, que cuentan con un séquito (gente que trabajan para él) formado por grupos armados, capaces de intimidar a sus convecinos que saben que si las cosas no transcurren según los deseos del cacique pueden sufrir daños físicos.

El régimen liberal español estuvo en todo momento, hasta la Segunda República, y salvo breves y dudosos períodos intermedios, dominado en cuanto se refiere a los procesos electorales por el fraude. El caciquismo era, además de un sistema de estructuración de la sociedad nada igualitario, una vía para poner en relación al mundo urbano, donde se tomaban las decisiones políticas, con el rural. A través de las clientelas caciquiles llegaba hasta los lugares más recónditos de la geografía española algo parecido a la autoridad.

A pesar de lo que pudiera parecer, la red caciquil no fue estática ni cerrada desde el primer momento, sino que es posible concebirla como un conglomerado dinámico, que poco a poco parece ir consolidándose en el tejido socio-político hasta hacer poco menos que imposible su desmembración a manos de los gobernantes que quisieron intentarla. El «descuaje» de tan vilipendiados mecanismos vendría de fuera de sus límites, con la irrupción de formas políticas nuevas, y ni siquiera podemos estar seguros de que su desaparición se produjera hasta la Guerra Civil, o incluso más tarde.

Los caciques compraban lealtades malversando fondos públicos para fines privados en una red impenetrable de corrupción e influencias. El resultado fue un sistema electoral ajeno a la voluntad de la mayoría de los españoles, una administración ineficaz y una justicia al servicio de los poderosos.



Bienvenido, Mister Marshall

En un pequeño pueblo castellano llamado Villar del Río todo es alegría e ilusión ante la llegada del amigo americano que colmará los deseos y peticiones de sus diversos habitantes. Para recibir a los adinerados invitados, un perspicaz representante artístico llamado Manolo (Manolo Morán) convence al alcalde Don Pablo (Pepe Isbert) para que su pueblo adopte las peculiaridades y apariencia de una localidad andaluza con la intención de conseguir mejor provecho.

Primera película en solitario del valenciano Luis García Berlanga, Bienvenido Mr. Marshall constituye una divertida sátira al aislamiento internacional al que se veía sometido España debido a la dictadura franquista. Se emplea una mirada sardónica al programa de ayuda económica conocido como Plan Marshall y establecido por el gobierno estadounidense para auxiliar a Europa después del conflicto bélico de la Segunda Guerra Mundial, desarrollándose asimismo una aguda mirada al ambiente rural castellano y al tópico internacional de la España de toros y flamenco. Bienvenido Mr. Marshall es la comedia en la que se ridiculizan más las instituciones que los individuos, en la que se airean los tópicos de una cierta imagen de la España tradicional y en la que no hay límites claros para la crueldad o el esperpento. 

Los personajes diseñados representan todos los estereotipos de aquella época: por un lado el poder, representado por el alcalde, el cura y las fuerzas vivas (boticario, hidalgo, comerciantes, maestra), y por otro el pueblo (casi todos agricultores y ganaderos). Desde el punto de vista social se ha captado la idiosincrasia; el hecho de que el alcalde esté algo sordo no es casual, el miedo al Delegado tampoco, que el cura sea algo cotilla, que la maestra esté soltera y necesite la ayuda del listillo de la clase… El papel subordinado de la mujer se refleja en su poca presencia, y la escasa intervención que por ejemplo tiene la tonadillera.
Así mismo, es evidente el hecho de que los integrantes del pueblo de Villar del Río quieran aparentar algo que no son, que el cine de “la españolada” muestre unas características tan estereotípicas de este país que además de reduccionistas, se presentan como distracciones de una realidad social nada armónica. CIFESA, se interesaba por entretener más que por reflejar la realidad española de su momento. Así como el pueblo de Villar del Río se disfrazaba para complacer y engañar a los americanos, así CIFESA disfrazaba la realidad social para complacer y engañar a los espectadores de la época, desviando la atención de los problemas reales. De este modo, en Bienvenido encontramos muchos elementos esperpénticos, que lo que hacen, además de parodiar y criticar la tradición española, es proyectar esa vida miserable de España de la que tanto habló Valle-Inclán.


Han transcurrido ya unos cincuenta años desde que Bienvenido Míster Marshall, la impagable película de Berlanga, consiguiera sintonizar con los espectadores de nuestro país y propusiera una forma de entender el hecho fílmico, con lo cual demostraba que renovación y reconocimiento podían ir de la mano. Más de cincuenta años tras los que, pese a la gran transformación socio-económica, la metáfora sigue plena de vida y ha viajado hasta nuestros días transportando sus múltiples significados e intenciones. 

Falsas democracias

Lo que diferencia principalmente una dictadura de una democracia es que en la democracia, si el pueblo no aprueba las políticas de su gobernante, tiene la posibilidad de elegir a otro gobernante en las elecciones que se celebran periódicamente. Muchos son los países que gozan de este sistema político, pero en otro tanto, esta democracia en verdad vive debajo de un sistema autoritario encubierto, hablamos así de las “falsas democracias”.

Podemos hablar de dictaduras encubiertas en el caso de estados que supuestamente son democracias porque celebran elecciones periódicamente, pero el gobierno se garantiza que en cualquier caso volverá a ser elegido perpetuamente. Para ello, el gobierno tiene que seguir alguno de los siguientes pasos:
1.       Controlar los medios de comunicación, de manera que la realidad percibida por los ciudadanos esté distorsionada, promoviendo ideas a favor del gobierno, y así sus ciudadanos perciban que el gobierno actual está protegiendo de manera óptima sus intereses.
2.       Eliminar o desacreditar la oposición. Esto se puede conseguir mediante el paso anterior, es decir, controlando los medios de comunicación.
3.        Manipular los procesos electorales.

Existen muchos países que se declaran democráticos, ya que periódicamente permite que el pueblo elija a sus dirigentes, pero que son muy sospechosos de realizar prácticas como las anteriores. Un caso muy evidente y de total actualidad es el de Venezuela.

Actualmente, ningún continente se salva de la presencia de esta “democracia encubierta”; así, países como Venezuela, Rusia, Irán o Bielorrusia tienen algo en común con otros países como Túnez o Egipto, ambos de plena actualidad. Las recientes revueltas populares en Túnez y Egipto dejan al descubierto el descontento de la ciudadanía de estos países, enseñándonos a mirar desde Occidente más allá de lo que dice la diplomacia que los “representa”.  Las revueltas de estos países no son una excepción en el conjunto global, no son los únicos países que esconden tendencias autoritarias tras una imagen internacional de supuesta democracia; tras cortinas como las elecciones o la supuesta separación de poderes, se encuentran sistemas que de democráticos tienen lo mínimo.